Llegó el tiempo de saber cuántos quedan, porque en las buenas siempre podemos contar cuantos somos. Ese puñado de almas en lo poco, valen más que los millones en cualquier día de gloria.
Si me quieres, que sea con todo: no a medias, no solo cuando te conviene. La reciprocidad no es opcional. No confundamos las cosas: la reciprocidad no es un gesto de caridad ni un acto excepcional. Si no sabes equilibrar lo que tomas con lo que ofreces, entonces no esperes que alguien se quede sosteniendo lo que tú no puedes cargar. Por fin aprendí a no estar siempre para los que solo me querían por ratos. Dejé de ser opción de último minuto, ese comodín al que recurrían cuando no había nada mejor que hacer. Aprendí que mi tiempo vale más que las migajas de atención que algunos estaban dispuestos a ofrecer. Ya no me conformo con sobras emocionales. Mi presencia es un lujo, no un pasatiempo. Yo no juego a ser temporal en la vida de nadie. Mi presencia es para quienes valoran lo constante, no lo pasajero. Queridos, la reciprocidad no es algo que debas mendigar ni esperar como un gesto especial. Es el mínimo indispensable, la regla fundamental para que cualquier vínculo se sostenga con dignidad y respeto. No estamos aquí para ser siempre los que entregan, los que están, los que ceden.La reciprocidad es el estándar, no un lujo. Sin ella, no hay relación que aguante. Así que, queridos, si no estás dispuesto a dar lo que recibes, mejor sigue tu camino. Aquí no se juega a dar a medias; aquí se juega a dar y recibir en igual medida. En la vida y en las relaciones, o es mutuo o es nada.